lunes, 14 de diciembre de 2015

Villlareal - Real Madrid (13-12-15)

Pues sí, sí estaba tan mal el Madrid. Los de Benítez se empeñaron en dar argumentos a los que decían antes del partido de El Madrigal que la reacción se tenía que coger con pinzas, que los buenos resultados habían llegado ante equipos menores. El técnico lo negaba, diagnosticaba una clara mejoría de los suyos y reivindicaba el trabajo realizado. Y la previa era perfecta, claro, con el Barcelona pinchando y de vuelo hacia Japón. La resaca será dura, de las de varios días y cabezas renegando.
El enfermo tenía mejor cara, sí. Pero en Villarreal volvió a mostrar todos los síntomas que le hicieron caer en la cama con depresión. Todos. La apatía, la falta de ideas, de acierto, de ganas... Se queda a cinco puntos de Barcelona y de Atlético y eso no es lo peor. El Bernabéu estaba incubando una bronca que amenazaba con explotar y que se puede producir ante el Rayo, ya que el miércoles, finalmente, el Madrid no juega.
La victoria del Villarreal fue el triunfo de la sencillez. Las cosas fáciles son las que mejor resultado dan. El equipo de Marcelino fue una cadena de montaje perfecta. Desde la salida de balón hasta los metros finales. Salió de toriles dispuesto a cornear y lo hizo pronto. En estampida, Dos Santos chutó al palo en el minuto 4 y en el 9' Soldado se dejó de avisos. Bruno presionó a un Modric de espaldas a su portería que recibió encimado, le robó la bola y Bakambu cedió para el 9 amarillo, que definió de primeras, por el hueco al que miran los delanteros y que más duele a los porteros, entre las piernas de Keylor.
Entonces cambió el guión local. De la estampida al control. Se cerró como una caja húngara y el Madrid fue incapaz de descifrar la combinación para abrirla. Si el Villarreal hizo de la sencillez (que no simpleza) su bandera, los blancos se enredaron, con algunos jugadores haciendo cosas que no saben o no deben. No pasa nada por no controlar los pases de 40 metros en diagonal al pie de un compañero. Lo que no se puede es insistir en el error. Y en el Madrid había varios futbolistas que erraron e insistieron. Y es de primero de Benjamines. "Haz lo que sabes hacer".
En la primera parte el Villarreal pudo sentenciar y el Madrid lo que pudo es dar gracias de irse sólo 1-0 a la caseta. Bakambu era una rápida corchea y Pepe y Ramos dos lentas redondas que tardaban cuatro tiempos en ver los movimientos del congoleño. Modric buscaba alianzas pero nadie quería entrar en su coalición de fútbol. Así le fue al equipo en esos 45 minutos.
Tras el descanso salió mejor el Madrid, sí. Y perdonó Benzema en tres ocasiones. Pero el asedio no fue como el de Stalingrado y el Villarreal huyó del frío y de los ataques blancos. Incluso se permitió el lujo de crear ocasiones para el 2-0 con una facilidad de toques impresionante. Si a los de blanco se les salía la cadena en cada combinación, los de amarillo cosían jugadas con puntadas perfectas.
¿Ganó Benítez la guerra del centro del campo? Bueno, vale. Esta vez no le pasó como en el Clásico, donde jugó en minoría por su alineación, pero de nada le sirvió ganar en una parcela del campo mientras el resto del tablero estaba en manos rivales. De nuevo partido importante y derrota. De nuevo las explicaciones vagas, de nuevo los brazos en jarra y la sensación de inferioridad e impotencia de no ser capaces de recortar diferencias ni aprovechar regalos ajenos. De nuevo una lesión importante, la de Marcelo. De nuevo Benítez en la picota. De nuevo todo lo viejo. 15 puntos perdidos de 45 disputados.
El Villarreal, que jugó el jueves, dos días después del Madrid, fuera de casa y en un partido trascendente, se queda quinto a tres puntos de los blancos, que jugaron el martes, en casa y ante un rival de otra categoría. Sin resuello pero con oficio. Hizo un plan de domingo de sofá, peli y manta mientras el rival pensaba en castillos en el aire y cuentas de la lechera. Lo sencillo, lo fácil, volvió a ser lo mejor.

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